- Se incendió
Disneylandia" - me comentó mi amigo Roberto Spinetta.
- Quise
decir que soñé que se incendió y después de algunas cavilaciones concluí que es
mi primera profecía - rectificó con la mirada seria.
- Mirá - te cuento:
Todos corrían desesperados mientras los muchos Mickeys que habitan la ratonera
de Disneylandia corrían con el culo y las orejas prendidas fuego, los chicos de mi prima decían atónitos y algo asqueados - Miren el pato
Donald, está carbonizado!
- Rajemos! - dije
yo valientemente. Huir del peligro es instintivo.
Justo habíamos
viajado a California y los pibes querían ver los castilletes que el Zombie Congelado
construyó, algunos dicen que el tipo todavía está vivo y que se alimenta
esencialmente de helado para mantenerse en forma, pero yo no sé, Norteamérica
es un país de ciencia ficción, algunos piensan que todo el proyecto es de origen
nazi, incluso me contaron el otro día que alguien vió a Tribilin con la esvástica en un
llavero y también que Rico McPato hizo
fortuna con el oro nazi que los precavidos yanquis les confiscaron a los germánicos
después de portarse un poquito mal. Vaya uno a saber, nazis hay en todos lados.
Así que salimos
corriendo pisando algunos viejos, que dadas las condiciones se habían caído y ni la ayuda de Dios, ni de
la gente les llegó. - Gritaban bastante fuerte para la edad - dijo mi prima.
Por fin salimos y
nos quedamos viendo desde afuera como ardía imparable toda la instalación que
desde 1955 - año de la Revolución Libertadora en Argentina - se había
consagrado como la Meca de los parques de diversiones. Y era una buena fuente de
ingresos que los yanquis honraban de buena manera, pues sabemos que el dinero
calma los nervios.
Acá ya no se divierten
tanto - dijo mi sobrino Carlitos - mientras veía como se prendía fuego de pies
a cabeza una abuelita que permanecía sentada en su silla de ruedas.
Aquello demoró
bastante, los helicópteros llegaban con agua, los bomberos también. Entre todos
creaban una sinfonía de sonidos descontrolados que a su vez hacían contrapunto con los gritos de
dolor y el llanto de tanta gente. - ¿Donde está Dios? - preguntaba una señora apagándose
los zapatos, con un poco de Coca Cola.
Superman no
apareció ese día, por eso fue todo más complicado y nosotros, los muchos que
sobrevivimos gracias a la suerte y el
designio del Señor nos quedamos viendo desde afuera el espectáculo hasta que
todo fue reducido a cenizas. Fue como una peli pero más intenso. Mi prima en
ese momento sintió la falta de pochoclo.
Cuando volvíamos
al hotel pateamos una nariz de Pinocho y una mano suelta semiquemada del ratón
Mickey, nunca supe su apellido.
Nos fuimos al
hotel, estábamos cansados de correr y mientras los chicos se bañaban, yo miraba
en las noticias al presidente Black O, y entrecortado por el llanto reveló lo
que todos temíamos, según su explicación, fue confirmado un ataque y encontraron el
pasaporte intacto de un extraterrestre
de Andrómeda, aparentemente un militar del Comando Intergaláctico y que a
partir de ese momento comenzamos una guerra más.
Después corría la
bola que el Walt el Zombie Congelado se salvó otra vez refugiándose en su
bunker de hielo y que se habia puesto de novio con Minnie la ratona,
posiblemente con la idea de procrear.
- Roberto dejate
de joder - le dije - y cebate unos mates. Siempre soñando pavadas vos!
- La gente ya no
quiere saber de profecías ni de sueños extraños! La gente vive anestesiada - me dijo cebando el
primer amargo. La gente está demasiado pajerizada, che! - remató.