Se vino la cumbre de la Nato. Los preparativos locales han correspondido a la reunión. Todos están bien vestidos, con corbata, sirviendo naturalmente (y como debe ser) a la paz.
Los medios de comunicación nos agobian con excitante información, comentan la mirada de un eminente político a un techo, la intención de identificar nuevas amenazas para los países miembros y también sobre posibles alianzas estratégicas con objetivos aún no detallados.
El ciudadano común observa atento la información suministrada por los noticieros y mientras come una naranja de postre, un periodista le informa, cual Baudelaire de trapo, que en esta reunión “quieren enterrar los fantasmas de la Guerra Fría”. Enterrar fantasmas es un trabajo muy difícil; me lo han confirmado varios sepultureros. Pero toda tentativa de orden es loable, y mucho más si se trata de fantasmas.
Entre otras cosas los medios de información han destacado que el perro perteneciente a la familia del presidente Obama ha recibido gran atención en este evento, pues Obama ha recibido una estatua de bronce representando a un cánido, específicamente el "perro de agua portugues". Acto que de una manera tangencial homenajea a todos los perros altruistas que en este mundo dan alegría a tantas familias, lamiendo hijos, saltando y buscando palitos.
En medio de los regalos están siempre las reuniones de trabajo y el deseo fraternal de parar una posible llovida de misiles. Que podrá naturalmente incomodar a algunas personas y es deseable que no suceda.
Está descartado momentáneamente un ataque de guerreros de la galaxia Orión por falta de gasolina. Y los Klingons están abstraídos leyendo el nuevo libro del ex presidente G. W. Bush. Cosa que no nos sorprende pues es siempre entretenido leer alguien que dice: «Creo que estamos en un camino irreversible hacia más libertad y democracia. Pero las cosas pueden cambiar» .
De modo que en unos días el tránsito de Lisboa será volverá a su estado natural, y una próxima reunión agrupará nuevamente esta incesante comitiva en otra parte del mundo para más de lo mismo: El fin de las guerras y la paz en el mundo.
Era deseable que termine todo bien. Como en muchos cuentos tradicionales, sin crisis inflacionarias, con un gran baile para cerrar el evento. Todos los invitados vestidos de gala, cada uno con su respectiva copa de champán. Quizás podrían bailar un tango, Por una cabeza sería adecuado. Así, satisfechos, terminarían el arduo trabajo de dos días de celar por el bien de la humanidad y posiblemente de la via lactea.
Buenas noches,
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