El guitarrista y compositor Ozark Maidana en un principio quería aprender a tocar saxo pero aceptó que su destino con ese instrumento no era posible, pues el recuerdo de innumerables películas y series norteamericanas hacia que al intentar tocar “Desde el alma” o incluso una simple escala de Dó se accione su libido, al punto de perderse erotizado por el sonido subyugante que tanto le atraía. Su profesora en la cuarta lección lo hecho a patadas de su casa y a partir de ahí su destino fue la guitarra, que lo llevó inicialmente a teorizar su suicidio ahorcándose con la sexta cuerda, pero ante la demostrada incompatibilidad de su peso corporal con la resistencia de la cuerda abandonó la idea. Aprendió “El indio muerto” en unas pocas lecciones. Y poco después dejó estupefactos a sus familiares al ejecutar su composición “Variaciones sobre Martin Fierro va, Martin Fierro viene de Alfa Centaurus”
Así como los ángeles de Barracas aseguran que la música es un misterio, Ozark Teófilo Maidana en su Teoria de la Música, que llevaba por subtítulo: ”Música, invocación de los fantasmas de las frecuencias o el insistente número de veces que se repite un proceso periódico por unidad de tiempo produce inevitablemente el Mal”, sugería que “la música es un proceso espiritual individual, donde el tiempo y la naturaleza vomitan la letanía egocéntrica del sonido.”
En la referida Teoría de la Música también sostiene que “la música, generó, o mejor, degeneró en una industria mortífera que distribuye sonidos vilmente ordenados por la Bestia. En cada supermercado, ascensor, o radio te roban un poco del alma, un poco de tu vida. La sociedad humana es esto y muchos teatros no escapan a lo mismo.“
Muchas de sus composiciones fueron rechazadas o incomprendidas principalmente la nunca tocada “Tango atómico” para recitador, 26 orquestas sinfónicas, 6 coros, celesta y dos bombas atómicas, obra dedicada a Verónica, una joven del barrio, sobre la cual escribió el siguiente texto (que sirve de introducción a la obra): “He visto la belleza de tus ojos y ahora solo deseo destruir una parte del universo”. Desesperado por 12 años de rechazo, escribió una reducción para 6 pianos y 200 kilos de trinitrotolueno. Pero el insistente rechazo a su trabajo lo llevó por el camino del vicio y comenzó a leer. Catulus Veronensis fue el principio; después se sumió algún tiempo a refrigerantes que terminaban en “cola”, palabra que afectó severamente su cerebro.
Comentaba a su querido amigo, Américo Vespucio “Los músicos son seres frecuencialmente domesticados que determinan que algo está afinado apenas por la arbitrariedad vibratória del aire que un despótico dictador decidió. Y una masa ilusa acepta sumisa la imposición. Esto no es más que locura, pero le llaman arte musical”
En una carta a su hermano comentaba: “Nunca pude trabajar en orquestra porque no soporto que un tipo con un palito me diga cuando tengo que tocar. Así la música se convierte en la base de cualquier régimen político totalitario. Donde un represor que por designio de algún Dios o de alguna Universidad cree conocer el “orden divino de los sonidos” y decide que tienen que hacer los otros a cualquier costo. Su hermano nos confirmó que en su primer ensayo en el Teatro Colon (no confundir con Colón) se dirigió al director Daniel Perezboim y le dijo “Usted es un brutal asesino serial y si fuese un artista su deber seria suicidarse durante la actuación de hoy. Aproveche, tal vez esto sea lo más interesante que pueda suceder en su vida”. Lamentablemente Ozark esa noche no tocó y nunca comprendió porque el director, desperdiciando una gran oportunidad, no siguió su consejo.
Sobre este episodio le comentó a su amigo Américo, “La música es caos. Este tipo de organización es la muerte de la música. Hace más música un gallo por la mañana que cualquier reprimida, sometida agrupación masoquista de Berlín o de Chicago.”
Interesado pero no suficientemente convencido por las ideas de Charles Robert Darwin escribió su muy poco conocido “Concierto para una evolución concertante” para una Amoeba Proteus con nano-arpa y orquestra pre-programada de nano-violines. La nano-música compuesta fue intitulada “Variaciones insolentes sobre las 41 sinfonías de Mozart”. La experiencia fue muy favorable, tanto es así que la natural predisposición de las amebas para ejecutar nano-arpa con sus pseudópodos hizo que después del primer movimiento evolucione en un cornalito, lamentablemente la evolución paró aquí, pues como pez perdió totalmente sus facultades musicales.
Renegado, contrariado y malentretenido Ozark esquiva su destino como puede, con ayuda de ángeles, y unos mates, va errante relatando a su manera la realidad poco luminosa de los olvidados. “Somos nada en la memoria cósmica.” – me dijo una vez - “somos un dibujo de vapor que se desvanece lentamente, una ilusión de carne y hueso que sueña la existencia a través de un tiempo imposible. Vagamos embriagados en un laberinto de eternidad hacia un destino incomprendido.”
Dicen sus amigos que algunas noches lo podemos encontrar por los cementerios de Buenos Aires interpretando con su guitarra, un búho, 5 lechuzas y una pala su “Elegía contradictoria para muertos-vivos”. Vespúcio sugiere que Ozark Maidana encuentra en los cementerios un ambiente propicio para su ritual musical junto a una callada multitud bajo tierra, donde la belleza de su música se realza en la soledad de la noche y se funde en una sutil expresión de oscuro desamparo. Ciego y atento, sumergido en su arte, provoca una nueva realidad que nunca entenderemos.
Buenas noches.
GEnial! Bien regresado, tanguito! Dale!
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