Unos párrafos de “Hombres y engranajes”.
1.-
“A lo largo de los siglos XVIII y XIX se propagó una verdadera superstición de la ciencia, lo que equivale a decir que se desencadenó la superstición de lo que no se debe ser supersticioso. Era inevitable: la ciencia se había convertido en una nueva magia y el hombre de la calle creía tanto más en ella cuando menos iba comprendiéndola.”
2.-
“Frente a la infinita riqueza material, los fundadores de la ciencia positiva seleccionaron los atributos cuantificables: la masa, el peso, la forma geométrica, la posición, la velocidad. Y llegaron al convencimiento de que “la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos”, cuando lo que estaba escrito en caracteres matemáticos no era la naturaleza, sino… la estructura matemática de la naturaleza. Perogrullada tan ingeniosa como afirmar que el esqueleto de los animales tiene siempre caracteres esqueléticos.
No era, pues, la infinitamente rica naturaleza la que expresaban esos cientistas con el lenguaje matemático, sino apenas su fantasma pitagórico. Lo que conocíamos así de la realidad era más o menos como lo que un habitante de París puede a llegar a conocer de Buenos Aires examinando su guía, su cartografía y su guía telefónica; o, más exactamente, lo que un sordo de nacimiento puede intuir de una sonata examinando su partitura.
La raíz de esta falacia reside en que nuestra civilización está dominada por la cantidad y ha terminado por parecernos que lo único real es lo cuantificable, siendo lo demás pura y engañosa ilusión de nuestros sentidos.
…
Pero como la ley matemática confiere poder y como el hombre tiende a confundir la verdad con poder, todos creyeron que los matemáticos tenían la clave de la realidad.”
De “Hombres y engranajes” (1951)
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