Cuando mi abuela decía que “con la Pancracia esto no pasaba”. Mi primo Anacleto en sus tiernos 4 años creia que se refería a una promisora forma de gobierno por él desconocida. Más tarde, con alguna desilusión, supo que se refería a su prima lejana.
Esto viene a cuento porque hace pocos días el pueblo fue a votar. A elegir a sus representantes. En este caso a un representante.
Más del 50% se olvidó de ir, no quiso o le dolía la cara exocraneal del parietal derecho o izquierdo, o ambos simultáneamente; impidiendo depositar sanamente su decisión de papel en la urna.
La democracia que conocemos, no la teórica, es un ejercicio complejo de imaginación. Nada es lo que parece. Y lo que parece es suficientemente desalentador como para estimularle una decisión negativa a un suicida. Y si a la política le sumamos la economía, entonces tenemos un cuadro aún más desesperante; ahí lamentamos que una persona solo puede suicidarse una vez.
A la hora del resultado “la cosa obvia” se confirmaba y el representante elegido por el pueblo sonrió triunfante, confirmando su mar de promesas.
Es la historia conocida por todos. Es la misma fauna de siempre que dirige por los siglos de los siglos esta realidad resbalosa, intercambiando puestos en la luz y en las sombras.
Ya no están los informativos que nos inundaban la cabeza de pálpitos y entrevistas. Los políticos desfilaban diariamente por los medios sin explicar como podrían ayudar al país a solucionar los problemas. “Vamos a actuar de forma rápida, sabemos que será difícil, pero con el trabajo del pueblo y con los impuestos vamos a …” y seguían con la guitarrita. Por su parte los periodistas defendían solapadamente, pero con pluralismo, a los candidatos de su partido.
Las soluciones previstas por los políticos son, en verdad, fórmulas mágicas de alquimistas desconocidos o secretos, que harán en el futuro, todo lo que no hicieron en el pasado reciente porque se olvidaron, porque se les hacia tarde o porque se quedaron dormidos.
Y ahora, después del circo mediático, se empiezan a ver nuevamente los vastos problemas que enfrentaremos. Legiones de situaciones sin solución a corto ni a largo plazo. Con complejos números que simbolizan deudas eternas. Los alquimistas entretanto se fueron a las Bahamas para descargar tensiones y para comprar varitas reforzadas.
Hoy, aleccionadoramente, el tele informativo nos aconsejaba que para ahorrar unos centavos podíamos leer el diario de prestado en un bar. Esta sí es una medida concreta que puede solucionar el futuro del país. El ingenio de esta gente nos hace pensar cómo es que con tanta inteligencia llegamos a esta crisis sin solución. Con tanto Einstein suelto estaríamos pasando unas vacaciones en Ganímedes y exportando hamburguesas a Júpiter.
Ahora resta esperar un milagro. Como ya sabemos, las cuestiones de fe no se discuten.
El malevo Gentile dice que el delito impune de unos pocos lleva al hambre y a la desesperación de los pueblos y nos aconseja cavar un pozo para refugiarnos de lo que se viene. (ver blog 21 – 12 – 2010)
Tal vez no sea mala idea vivir en el centro de la tierra. Con un poco menos de sol…
Buenas noches,
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