viernes, 15 de octubre de 2010

Lo mas lindo de la Ópera es el fantasma.

En estos días falleció Joan Sutherland y en un diario local un periodista citaba a un crítico que dijo que "uma das noites mais memoráveis" de su vida fue ver La Traviata con La Stupenda Sutherland. O sea, que aparte de su primer amor, el nacimiento de su hijo y aquel regalo tan esperado en navidad hay lugar también para una Traviata.

Bien, dejando de lado los gustos personales y por sobre todas las cosas, con mucho respeto por la opinión ajena, no puedo dejar de evocar la memoria del crítico argentino Sebastián Lacossa de Urquiza que escribió el famoso tratado “De la ópera. O como intentar vanamente hacer música en medio de un griterío infernal”

En el capítulo I recordaba como su amigo Anastasio Debussy murió cuando un sobreagudo de Lucia lo atingió de lleno en la butaca y cuando pidió ayuda para sacar al fenecido compañero recibió un estrepitoso “shhh” de la platea. No menos conmovedora fue la historia del oboísta tucumano Renato Frankinstin, que durante un ensayo, cansado de escuchar a una soprano en la introducción del tercer acto de La valquiria de Wagner, con un certero golpe de oboe le atravesó el corazón. La mujer murió instantáneamente, sin embargo, nadie había notado su falta hasta que al final del ensayo los colegas de Renato notaron que de su oboe aún caían gotas de sangre.
Cuando le leyeron la sentencia comentó “Así por lo menos se quedó un rato callada”

El capítulo cerraba diciendo: La ópera es un exitoso negocio dirigido principalmente a la alta sociedad, que insensible a la realidad circundante, precisa de la vorágine de alaridos desgarrados para saciar su pereza demencial. Ahí la música ha muerto.
(Continuará)


Buenas noches.



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